Todo lo que hay que saber sobre los incendios forestales
A medida que el cambio climático empeora, los incendios forestales se han ido convirtiendo en una amenaza cotidiana y devastadora para los ecosistemas, la biodiversidad y la calidad de vida de millones de personas en las zonas afectadas. Los bosques y selvas del planeta son esenciales para su equilibrio ecológico, por lo que su destrucción conlleva una intensificación de los efectos del cambio climático que, a su vez, provoca nuevas catástrofes.
Las enormes cantidades de dióxido de carbono que se liberan a la atmósfera cuando se queman los ecosistemas forestales no solo agrava el calentamiento global, sino que además afecta de forma terrible los ciclos de vida de las plantas y animales que viven en ellos. Esto pone en riesgo a toda la sostenibilidad del planeta.
¿Por qué los incendios forestales son cada vez más comunes?
Los incendios forestales no suceden por casualidad. Son el resultado de factores naturales y humanos. Entre los factores naturales, se destaca la sequía prolongada, que puede provocar que la vegetación se seque al punto de convertirse en material altamente inflamable. A esto se suman las altas temperaturas derivadas del calentamiento global que, en muchos casos, superan los 30 grados centígrados, una condición perfecta para que el fuego se propague sin control.
Pero si bien la naturaleza puede contribuir, la realidad es que la mayoría de los incendios forestales tienen un origen humano. Se estima que en países como España, Chile, Argentina o los Estados Unidos, más del 80% de estas catástrofes son causadas por la acción del hombre: desde una colilla de cigarro mal apagada o una quema agrícola fuera de control, hasta incendios provocados intencionalmente con objetivos económicos (extensión de la frontera agropecuaria o especulación de la industria inmobiliaria).
Una vez que el incendio comienza, la velocidad con que se propague dependerá de diversos factores: qué tan seco es el terreno, cuál es la dirección del viento o la topografía del lugar. Los expertos advierten que en zonas mediterráneas o de clima seco el fuego avanza con mayor rapidez, especialmente en áreas con vegetación altamente inflamable, como los pinos y eucaliptus.
Tipos de incendios forestales
No todos los incendios forestales son iguales. Los especialistas los clasifican en tres categorías de acuerdo a su extensión y nivel de severidad: conatos, incendios normales, y grandes incendios forestales (GIF). Estos parámetros permiten evaluar qué recursos necesarios serán necesarios para controlarlos y cuáles serán sus impactos sobre los ecosistemas y comunidades afectadas.
Se denomina incendios conatos a aquellos que afectan menos de una hectárea de terreno. Por lo general, pueden contenerse de forma rápida y no se propagan demasiado ya sea por la acción de los bomberos o por condiciones ambientales favorables. Sin embargo, cuando no son controlados a tiempo, pueden evolucionar en incendios más grandes.
Los llamados incendios normales afectan superficies más amplias, usualmente entre una y 500 hectáreas. Estos siniestros requieren de una mayor intervención de brigadas ya que cuentan con una mayor cantidad de material combustible y pueden extenderse más allá de su punto de origen. Además, condiciones climáticas como el viento y la humedad pueden acelerar su avance.
Por último y los más peligrosos son los Grandes Incendios Forestales (GIF). Estos incendios superan las 500 hectáreas y tienen una velocidad de propagación superior, por lo que destruyen todo a su paso y son extremadamente difíciles de controlar. Es común que requieran de equipos especializados, como apoyo aéreo, y pueden durar días e incluso semanas.
Su impacto no solo suele ser devastador para los ecosistemas afectados, sino también para las comunidades humanas que viven en áreas cercanas, ya que generan contaminación del aire, pérdida de biodiversidad, y riesgos de desplazamientos humanos.
¿Qué son los incendios de sexta generación?
Los incendios de sexta generación son una nueva categoría de incendios forestales que ha surgido como resultado del cambio climático. Se trata de siniestros considerablemente más intensos y peligrosos que los incendios tradicionales, ya que no solo se propagan con rapidez, sino que vuelven al fuego extremadamente impredecible.
Su principal característica tiene que ver con las tormentas ígneas, columnas de aire caliente que generan su propia meteorología, lo que puede desencadenar nuevos focos de incendio a partir del aire fuera de control. Su capacidad de generar focos secundarios vuelve a estos incendios mucho más destructivos y prolongados en el tiempo, lo que aumenta notablemente la mortalidad y los daños en los ecosistemas.
Por este motivo y desde hace años, organizaciones ambientalistas como Greenpeace o The Nature Conservancy vienen luchando para que los gobiernos de todo el mundo tomen medidas más duras para garantizar la protección de los bosques y selvas del planeta. Solo a través de la educación ambiental de la población y del establecimiento de penas más duras para los infractores, será posible conservar este recurso natural tan imprescindible para el futuro del planeta.