Crisis ambiental: cinco datos clave para ayudar a mitigarla


La organización ambientalista Greenpeace propuso recientemente cinco grandes prioridades para actuar frente a la emergencia climática. Agostina Rossi Serra, especialista en biodiversidad de Greenpeace Argentina, expresó que el cambio climático constituye un desafío urgente que ya está mostrando sus consecuencias a través de eventos meteorológicos cada vez más intensos y frecuentes. La experta remarcó que resulta imprescindible exigir a los gobiernos del mundo que implementen políticas públicas centradas en la protección y restauración de ecosistemas estratégicos, así como también en una transición energética justa y eficiente basada en fuentes renovables.
La conservación de bosques, humedales, glaciares y biodiversidad, junto a la protección de los océanos y el impulso de políticas energéticas orientadas a la reducción de emisiones contaminantes, fueron destacados como pilares fundamentales para combatir el cambio climático de manera efectiva.
La importancia de conservar bosques, humedales y glaciares
Los bosques albergan más de la mitad de las especies terrestres del mundo y desempeñan un papel clave en el control del clima, el abastecimiento de fuentes de agua y la preservación de los suelos. A pesar de su relevancia, son ecosistemas que enfrentan amenazas constantes y una destrucción alarmante. La deforestación contribuye directamente a fenómenos como las inundaciones, la desertificación y el agravamiento de la crisis climática. En Argentina, casi el 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero se originan en actividades como la deforestación, la ganadería y la agricultura.
Por esta razón, se plantea como urgente alcanzar la deforestación cero y considerar los desmontes como delitos penales. En cuanto a los humedales, que representan cerca del 21% de la superficie de Argentina, se destacan como ecosistemas esenciales que suministran agua dulce, controlan crecidas, estabilizan costas, absorben contaminantes y sostienen una gran diversidad biológica. Sin embargo, su supervivencia se ve comprometida por incendios, en su mayoría provocados por el ser humano, así como por la expansión urbana, la intensificación agrícola y ganadera, la contaminación y el cambio climático. Es crucial establecer medidas de protección a nivel nacional. Los glaciares, a su vez, resultan vitales por su papel en la provisión de agua dulce y la regulación climática. Cerca del 3% del agua mundial es dulce y, de esa cantidad, más del 70% se encuentra congelada en glaciares. En Argentina, existen alrededor de 17.000 glaciares que abastecen de agua a casi el 20% de la población.
Sin embargo, el aumento global de las temperaturas acelera su derretimiento, reduciendo la disponibilidad de agua en vastas regiones y alterando ecosistemas de montaña de manera irreversible. Frente a este escenario, es indispensable fortalecer las políticas climáticas a nivel global que protejan ecosistemas clave como los glaciares.

Avanzar en la protección de los océanos
Los océanos son esenciales para sostener la vida en la Tierra, ya que regulan el clima y proporcionan alimento y medios de subsistencia a más de tres mil millones de personas que dependen de los ecosistemas marinos y costeros.
Por estos motivos, la necesidad de reforzar su protección es urgente. Un paso importante en este sentido fue la creación, en 2023, del Tratado Global de los Océanos, diseñado para establecer amplias áreas protegidas que permitan cumplir el objetivo de preservar el 30% de los océanos para 2030, contribuyendo así a la conservación de la biodiversidad marina. Aunque más de 60 países ya han ratificado el tratado, aún resta que Argentina y otros países de la región lo hagan efectivo.
Biodiversidad: un pilar para enfrentar la crisis ambiental
La conservación de especies silvestres y la lucha contra el cambio climático están estrechamente relacionadas. La protección de la biodiversidad contribuye a la regulación del clima, del mismo modo que limitar el cambio climático favorece la preservación de los ecosistemas y las especies. En sistemas naturales sanos, donde la diversidad biológica es alta, la resiliencia es mayor, permitiendo a los ecosistemas adaptarse mejor a los cambios ambientales. Además, fortalecer la capacidad de los ecosistemas naturales para absorber carbono puede ser una herramienta crucial para reducir las emisiones durante la próxima década.
El Informe de Evaluación Global de la IPBES, organismo de la ONU, advierte que más de un millón de especies están en peligro de extinción a nivel mundial. En Argentina, el yaguareté, un predador clave para el equilibrio de los ecosistemas que habita, ha sufrido graves amenazas, especialmente por la deforestación y la fragmentación de los bosques nativos. En el Chaco argentino, cada ejemplar necesita cerca de 40.000 hectáreas de bosque continuo en buen estado para subsistir. Sin embargo, la pérdida de su hábitat ha reducido su presencia a solo el 5% de su distribución original en el país en los últimos 200 años, producto de la alteración de su entorno y de la caza. A nivel global, los científicos señalan que los jaguares ocupan menos de la mitad de su hábitat ancestral.
Por este motivo, se plantea como urgente establecer la deforestación cero en las áreas donde vive el yaguareté, conservar los corredores biológicos del Gran Chaco y prevenir su fragmentación y degradación.

Lograr una transición energética justa para reducir emisiones
El derretimiento de glaciares y capas de hielo está provocando la elevación del nivel del mar, poniendo en riesgo a millones de personas en todo el planeta. Fenómenos como olas de calor extremas, sequías, desertificación, inundaciones, huracanes y tormentas intensas son cada vez más frecuentes. El año 2024 fue el más cálido registrado en la historia, siguiendo una tendencia de la última década que presentó los años más cálidos desde que se tienen registros.
La comunidad científica mundial coincide en la necesidad de establecer políticas climáticas y energéticas que mantengan el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5 °C. Para evitar las peores consecuencias de la crisis climática, será necesario reducir las emisiones casi a la mitad para 2030 y alcanzar el cero neto hacia 2050. Para lograrlo, es indispensable abandonar progresivamente los combustibles fósiles e invertir en energías alternativas limpias, accesibles y sostenibles, en el marco de una transición justa.
En este contexto, todos los países deberán presentar en la COP30, que se celebrará este año en Brasil, sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) actualizadas, las cuales deberán demostrar mayores niveles de compromiso para reducir las emisiones contaminantes respecto a las presentaciones anteriores.
Fortalecer la resiliencia ante los efectos del cambio climático
La crisis climática no solo impacta a la biodiversidad, sino que también afecta profundamente a las ciudades, poblados y comunidades humanas. Muchas áreas aún carecen de planes de adaptación actualizados para enfrentar el incremento de fenómenos climáticos extremos. Por ello, es fundamental transformar la vulnerabilidad actual en resiliencia, es decir, en la capacidad de anticipar y resistir los efectos de estos eventos.
La protección de los ecosistemas y el diseño de políticas públicas de ordenamiento territorial que contemplen los riesgos ambientales identificados son herramientas clave. Estas medidas, como la gestión responsable del uso del suelo, buscan evitar nuevas vulnerabilidades y preparar mejor a la población para enfrentar desastres. Rossi Serra destacó que el país enfrenta desafíos enormes frente a la crisis climática, como sequías severas, inundaciones frecuentes y temperaturas extremas, por lo que se necesita una acción urgente y coordinada para mitigar estos impactos. También enfatizó que restaurar y conservar ecosistemas terrestres y acuáticos es crucial tanto para reducir las emisiones de carbono como para adaptarse al cambio climático. Finalmente, subrayó que este contexto demanda un compromiso colectivo serio, impulsado por acciones concretas y políticas públicas eficaces, para construir un futuro más saludable y resiliente.