León XIV: un papa con raíces peruanas y comprometido profundamente con el medioambiente

Ceremonia religiosa en el Vaticano con clérigos sentados frente a una audiencia.

La elección de Robert Prevost como papa, bajo el nombre de León XIV, ha sido especialmente significativa en Perú, donde desarrolló buena parte de su trayectoria eclesiástica. Su figura es recordada no solo por su origen compartido entre Estados Unidos y Perú, sino también por el marcado compromiso que mostró en defensa de los derechos humanos y la protección ambiental durante sus años de servicio en distintas regiones del país andino.

A lo largo de su vida religiosa, Prevost dejó una impronta duradera en las comunidades en las que trabajó, especialmente en aquellas más alejadas y vulnerables. Su paso por Perú no fue una etapa más, sino un capítulo determinante que forjó la imagen de un líder cercano, empático y profundamente conectado con las causas sociales y ambientales, valores que muchos consideran en sintonía con el legado de Francisco.

Una vida consagrada a causas sociales y el medioambiente

Antes de ocupar los altos cargos eclesiásticos que lo proyectarían hacia el Vaticano, Robert Prevost desarrolló una intensa labor pastoral en zonas rurales del norte peruano. Durante sus primeros años en el país, fue destinado como misionero a la Diócesis de Chulucanas, una región con serios conflictos relacionados con la minería informal y la vulnerabilidad ambiental. Allí, su accionar fue reconocido por su defensa de los derechos de las comunidades y su preocupación por los efectos de la explotación minera en el entorno natural.

Posteriormente, su nombramiento como obispo de Chiclayo consolidó su vínculo con el país y su compromiso pastoral. La comunidad local lo recuerda por su cercanía con los fieles y por impulsar un trabajo constante junto a su congregación, los agustinos, en áreas como la justicia social y la sostenibilidad ambiental. Su paso por estas diócesis marcó el comienzo de un perfil pastoral sensible a las realidades sociales y ambientales del país.

Una nacionalización simbólica que selló su vínculo con el país

Cuando fue designado obispo de Chiclayo en 2015, Prevost tuvo que cumplir con un requisito legal específico: poseer la nacionalidad peruana. Fue entonces cuando el exministro del Interior, José Luis Pérez Guadalupe, recibió la solicitud formal para su nacionalización. Durante su gestión en el gobierno de Ollanta Humala, Pérez Guadalupe firmó el documento que permitió a Prevost cumplir con los requisitos legales para ejercer su cargo eclesiástico.

El exministro, nacido también en Chiclayo, recuerda que tras firmar la nacionalización, contactó personalmente a Prevost para comunicarle que el trámite estaba completo. Esa llamada no fue un simple acto burocrático: selló el vínculo entre ambos y dio inicio a una relación marcada por el respeto mutuo. Pérez Guadalupe destaca que en cada encuentro con el futuro papa percibió a un hombre reflexivo, que escuchaba más de lo que hablaba, con una actitud conciliadora pero con ideas bien definidas.

Una elección que representa continuidad dentro del Vaticano

Distintas voces coinciden en que el nombramiento de León XIV no es un giro abrupto, sino la prolongación de una línea iniciada por Francisco. El profesor Wilfredo Ardito, de la Pontificia Universidad Católica del Perú, asegura que se trata de una elección positiva porque, en su opinión, el nuevo pontífice continuará los aspectos más valorados del papado anterior. Pérez Guadalupe refuerza esta visión al considerar que la llegada de Prevost al Vaticano se enmarca en el proceso de reformas impulsadas por Francisco, y que ahora podrían extenderse con mayor profundidad. Entre otras líneas, se espera que León XIV continúe desarrollando la conciencia ecológica que logró instaurar Francisco mediante su encíclica “Laudato Si”, publicada en 2015.

El título de la encíclica se traduce como “Alabado seas”, y llama a una “conversión ecológica” a través del abordaje de la relación entre la humanidad y el medioambiente, enfatizando la necesidad de cuidar la “casa común”. También llama a una acción global para enfrentar el cambio climático y el daño ambiental, un mensaje celebrado por organizaciones ecologistas como Greenpeace.

Ardito recuerda también que, en la ciudad de Chiclayo, tradicionalmente vinculada con el Opus Dei, se produjo un cambio significativo con la llegada de Prevost al obispado. Considera que el papa Francisco, al nombrarlo, buscaba precisamente renovar una diócesis que por décadas estuvo bajo la influencia de esa organización. De hecho, subraya que la transformación en Chiclayo guarda similitudes con la que ocurrió en Lima, cuando Francisco eligió a Carlos Castillo como arzobispo en reemplazo de José Luis Cipriani, el primer cardenal del Opus Dei.

Un perfil formado entre culturas y comprometido con las periferias

La historia de Prevost no se limita al Perú: su recorrido vital atraviesa tres mundos distintos. Nació en Estados Unidos, se formó teológicamente en Roma y pasó cerca de cuarenta años como misionero en tierras peruanas. Para Pérez Guadalupe, este tránsito por realidades tan diversas le ha otorgado una comprensión profunda de las periferias y las comunidades marginadas, una característica que considera fundamental para entender su vocación y su estilo pastoral.

En el contexto actual de la Iglesia, donde se busca una mayor sensibilidad hacia las desigualdades sociales y los problemas ambientales, el perfil de León XIV encaja con precisión en esa búsqueda. Su trabajo en zonas difíciles como Chulucanas, donde se enfrentó a la minería ilegal y a la exclusión, le otorgó una perspectiva concreta sobre los desafíos del desarrollo sostenible y la justicia social. Para quienes lo conocieron de cerca, como Ardito y Guadalupe, su elección representa no solo una continuidad institucional, sino también una reafirmación del camino iniciado por Francisco, centrado en una Iglesia más cercana a los más vulnerables.

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