“Si la naturaleza no prospera, la gente tampoco”: ecoactivismo con urgencia humana

Manos sosteniendo un marco de madera que encuadra un sendero rodeado de árboles verdes y frondosos en medio del bosque.

Las hojas secas crujen bajo los pasos cuando ingresás al vivero que la organización ambiental The Nature Conservancy tiene en el norte argentino. No es una postal ambiental romántica: es un escenario de tensión entre lo que se reclama desde el mundo técnico y lo que se vive en el terreno.

Jennifer Morris, CEO global de TNC, lo dijo con claridad en su reciente visita al país:

“Si la naturaleza no prospera, la gente tampoco”, advirtió desde los senderos que conecta parcelas de bosque con campos cultivados.

Esa frase pone en primer plano que el discurso ambiental no es un lujo conceptual: es la piedra basal de la supervivencia cuando los modelos de desarrollo cuestionan la viabilidad de ecosistemas enteros.

El activismo climático argentino tiene nombres con voz

Dentro del panorama local, Nicole Becker es una de esas voces que saltan sobre el ruido mediático. Desde Jóvenes por el Clima, ella se reconoce:

“Convertir ese enojo en acción colectiva” es su consigna.

No lo dice como un lema vacío: lo repite cada vez que representan la voz de chicos y chicas que sienten la crisis climática como una herencia impuesta. (ONU cita) 

Para ella, el desafío más inmediato no es convencer: es coordinar esfuerzos genuinos, porque muchas veces las luchas ambientales quedan fragmentadas.

Otro nombre que emerge es Chiara Sacchi, una activista joven de Buenos Aires que forma parte del movimiento “Crianças vs. Crise Climática”. En su biografía se relata que Sacchi participó de una demanda legal —cuando todavía era menor— solicitando que Argentina, Brasil, Francia, Alemania y Turquía sean responsabilizados por la inacción frente al cambio climático. Wikipedia

Ese tipo de acciones no son performances simbólicas: representan un intento real de reconfigurar la responsabilidad estatal ante generaciones futuras.

Entre lo global y lo local: alianzas que sienten

Jennifer Morris habló de la importancia de tender puentes: empresas, gobiernos y comunidades deben entrar a la misma mesa. Cuando le preguntaron por cómo llevar el activismo local a una escala mayor, respondió:

“Hoy fue un gran ejemplo, un esfuerzo mucho mayor para integrar a grandes sectores de desarrollo como el de la soja y la ganadería. … La calidad de los suelos se degrada a pasos agigantados.”

No es un discurso comodín: es una advertencia aterrizada. En aquellas palabras, encierra el reconocimiento de que el modelo agro-industrial —tan central en Argentina— tiene efectos acumulativos sobre los recursos naturales.

Para Morris, el diálogo debe incluir desde el pequeño productor hasta la gran empresa exportadora, porque todos son parte del problema y de la solución.

El costo vivido: comunidades que resisten

En Córdoba, Sofía Gatica representa un activismo forjado en dolor y lucha cotidiana. Cofundadora de Madres de Ituzaingó, su historia está marcada por la muerte de su hija recién nacida, que ella atribuye al contacto de la madre con agrotóxicos durante el embarazo. 

Eso la convirtió en símbolo del combate contra el modelo agrícola que aplica plaguicidas sin control. Cuando denunció instalaciones de empresas como Monsanto, fue amenazada, golpeada, hostigada. Y sin embargo, siguió:

su pelea no es por venganza. Es por justicia ambiental para comunidades que no tienen voz.

Su activismo no es teórico: habla desde el territorio donde respira los venenos, escucha el cáncer, ve el agua que ya no es segura. Esa proximidad es lo que da rigor y urgencia a su discurso.

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