Greenpeace combate la pesca de arrastre con rocas gigantes

Actualmente, la pesca de arrastre es el método más elegido por la industria pesquera para capturar peces en el fondo marino. Los trabajadores de los barcos suelen utilizar redes enormes (que pueden llegar a tener más de 100 metros de extensión) con lastres que las mantienen bajo el agua y les permiten arrastrar todo lo que encuentran a su paso. 

Bajo el agua, tal como sucede en tierra firme, existen ecosistemas marinos que conviven en un delicado equilibrio. Cuando estos barcos aparecen, cada uno de los elementos que componen este esquema es atacado, desde los grandes peces, mamíferos marinos y crustáceos, hasta los corales, microorganismos y el sedimento en el que todos habitan. 

Con el objetivo de poner un alto a la industria pesquera, la organización ambientalista Greenpeace ha diseñado un ingenioso plan: cubrir el lecho marino de una zona conocida por los pescadores como “Gran Sol”, situada a casi 200 kilómetros de la costa de Cornualles, en el mar Céltico, con rocas gigantes que impiden el paso de las redes de arrastre. 

En total, los ecologistas han arrojado 18 piedras de granito con las que formaron una barrera que servirá de defensa para un área marina de más de 4500 kilómetros cuadrados. Cabe destacar que, a pesar de que este lugar había sido declarado como área protegida por el gobierno británico, barcos españoles, británicos, franceses, holandeses y portugueses, han estado pescando allí durante años sin ningún tipo de control oficial.  

¿Cuáles son las consecuencias de la pesca de arrastre para el océano? 

A diferencia de otros métodos, la pesca de arrastre no es selectiva. En vez de esperar que los peces que la tripulación prefiere se muevan para capturarlos, usan redes industriales que barren con el fondo marino completo, atrapando todo lo que van encontrando durante el arrastre y destruyendo sin ningún tipo de piedad ecosistemas enteros.

Las redes utilizadas en esta clase de pesca remueven y levantan los sedimentos del suelo marino, dejando a cientos de miles de organismos que viven en él flotando a la deriva. Estos microorganismos son la base de la cadena alimenticia de estos ecosistemas marinos profundos, por lo que su pérdida significa una terrible degradación de la biodiversidad de los océanos. En la mayoría de los casos, el sedimento queda tan afectado que la recolonización de las especies se vuelve imposible. Básicamente, queda un desierto árido bajo el agua. 

Si esta industria repitiera sus procesos en el medio del Amazonas, acabarían con porciones de selva y con todos los mamíferos, aves, reptiles, insectos y plantas que viven allí en cuestión de minutos. Y seguramente, si sus efectos quedaran a la vista del público, los gobiernos del mundo actuarían con mayor rigurosidad. 

El efecto colateral (e invernadero) de la pesca de arrastre 

El dióxido de carbono es uno de los gases de efecto invernadero más dañinos para el medioambiente. Actividades humanas como la quema de combustibles fósiles, lanzan grandes cantidades de este gas a la atmósfera cada año, contribuyendo al calentamiento global y a los múltiples desastres naturales que este ocasiona. 

Según los expertos, cerca del 30% del dióxido de carbono generado por el hombre es absorbido por el agua oceánica y se acumula en el lecho marino. Por lo que los océanos cumplen una función vital en la lucha contra el cambio climático. Y en consecuencia, cuando la cantidad de este gas nocivo se incrementa en el agua, repercute directamente en la atmósfera. 

¿Qué puede hacer que aumente el nivel de CO2 en el océano? La pesca de arrastre. De acuerdo con una investigación llevada a cabo por biólogos marinos de la National Geographic Society en 2021, la pesca de arrastre es capaz de liberar cerca de mil millones de toneladas de dióxido de carbono al año. Este número equivale a la cantidad de emisiones de gases contaminantes de toda la industria aeronáutica.  

La pesca sostenible, la única alternativa

Queda claro que los ecosistemas marinos están siendo víctimas de la pesca de arrastre. Pero la creación de áreas realmente protegidas por los gobiernos del mundo (y no solo por Greenpeace), tendría efectos positivos que podrían convertir a los océanos en verdaderos aliados en la lucha contra el cambio climático.

Para ello, solo existe una solución: la pesca sostenible. Es decir, aquella que no utiliza métodos industriales y barbáricos como la pesca de arrastre. Pero además, es imprescindible que las autoridades gubernamentales exijan a la industria pesquera que evite la sobrepesca. De esto modo, las poblaciones de peces tendrán la posibilidad de reproducirse, renovándose de forma natural y manteniendo los ecosistemas marinos saludables. 

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