La lucha de los bosques nativos argentinos contra los desmontes ilegales


Los bosques nativos de la Argentina están en peligro. De acuerdo con el último informe realizado por la organización ambientalista Greenpeace Argentina, en las provincias de Santiago del Estero, Chaco, Formosa y Salta, durante 2024, se desmontaron casi 120 mil hectáreas. Esta cifra representa un aumento del 10% en comparación con el año anterior, lo que confirma la emergencia forestal que atraviesa el país desde la asunción del presidente Javier Milei.
Las principales causas detrás de esta destrucción son el avance de la frontera agropecuaria, la ganadería intensiva y los incendios forestales (muchas veces provocados por empresarios para reemplazar los bosques por cultivos o por negocios inmobiliarios). A esto se suman los recientes cambios realizados en los mapas de ordenamiento territorial de varias provincias, que permitieron que áreas que solían estar protegidas se hayan convertido en zonas deforestables.
Esta situación no solo pone en riesgo a la biodiversidad del Gran Chaco (el segundo ecosistema forestal más grande de Sudamérica después del Amazonas), sino que también perjudica de forma irreparable a las comunidades indígenas y campesinas que dependen de estos bosques para su sustento.
Cambios en las leyes que favorecen la destrucción de los bosques nativos
Durante los últimos dos años, las provincias de Salta, Santiago del Estero y Chaco han modificado sus mapas de ordenamiento territorial, permitiendo la deforestación de grandes extensiones de bosque nativo. En Chaco, un millón de hectáreas fueron habilitadas para el desmonte, mientras que en Salta la cifra supera las 720 mil hectáreas. En lugar de frenar la deforestación, estas decisiones gubernamentales legalizan los crímenes ambientales.
Cabe destacar que incluso bajo los ordenamientos anteriores, los desmontes ilegales nunca se habían detenido, incluso en áreas como Chaco, donde están prohibidos por una orden judicial desde hace más de un año. Y en Santiago del Estero, aproximadamente ¡el 80 % de la deforestación se realiza en zonas donde la Ley de Bosques no lo permite!

Mientras tanto en Formosa, la situación es aún peor. Desde hace más de una década, los gobiernos formoseños establecieron un ordenamiento que permite el desmonte en casi todo su territorio, sin tener en cuenta el valor ecológico de sus bosques. Y aunque diversas organizaciones ecologistas han presentado amparos ante la Corte Suprema de Justicia para detener los desmontes, la falta de apoyo del Gobierno Nacional ha propiciado que, hasta el momento no haya habido respuesta por parte del poder judicial.
¿Cómo afecta la deforestación a las comunidades indígenas?
A medido que el desmonte avanza, no solo destruye territorios. También obliga a los pueblos indígenas y campesinos que habitan en ellos a desplazarse hacia los alrededores de los pueblos cercanos, donde deben enfrentarse a la pobreza y la marginación. Muchas comunidades que han vivido en armonía con el monte durante generaciones, se han visto obligadas a abandonar su modo de vida ancestral debido a la deforestación de sus tierras.
Bajo este nuevo marco legal, los desalojos de poblaciones indígenas y campesinas serán aún mayores. En Santiago del Estero y Salta, sin ir más lejos, ya se han registrado expulsiones de comunidades enteras, y otras están en riesgo de perder sus tierras. Al no poseer títulos de propiedad formales, muchas de estas comunidades quedan desprotegidas ante el avance de empresarios y grandes terratenientes que buscan explotar sus tierras para la ganadería y la producción de soja.
Para colmo, los cambios aprobados en el ordenamiento territorial se hicieron sin respetar una de las normas establecidas en la Ley de Bosques: realizar consultas en las comunidades nativas. Por lo que no quedan dudas de que el mandato actual es el de priorizar la rentabilidad económica por sobre los derechos de los ciudadanos y los ecosistemas argentinos.
Reemplazar bosques por vacas y soja

La principal estrategia de los empresarios ganaderos consiste en deforestar grandes superficies de bosques nativos para plantar pasturas exóticas y destinar el territorio a la cría de ganado. De hecho tienen el descaro de considerar a este modelo de producción como una alternativa “sustentable”. Pero lejos de serlo, las hectáreas transformadas en pastizales artificiales acaban erosionadas y secas, perdiendo casi por completo su capacidad de regeneración natural.
El otro gran enemigo de los bosques es la demanda internacional de soja, especialmente desde Asia y Europa. Este negocio impulsa la expansión de este monocultivo en el norte argentino, donde las tierras suelen ser mucho más económicas. Y gracias a la reciente derogación de la Ley de Emergencia Territorial Indígena, los empresarios pueden comprar estas tierras con sus habitantes adentro para luego expulsarlos sin miramientos.