La problemática de la contaminación de los ríos en América Latina
Privilegiada con una extraordinaria disponibilidad de agua, América Latina parece empeñada en fomentar la contaminación de los ríos y hacer de ellos una fuente de muerte y enfermedades. Ya más de la cuarta parte de los recursos hídricos de la región se encuentran fuera del alcance de los humanos por sus altos índices de tóxicos y depredación.
A continuación, analizaremos cómo esta problemática afecta a toda la región y cuál es la situación de los ríos en la región.
¿Qué encontrarás en este artículo? 1. Introducción 2. Las consecuencias de la contaminación de los ríos en América Latina 2.1 Alarmante falta de interés por los gobiernos 3.2 Portadores de contaminación 3. Conclusiones |
Las consecuencias de la contaminación de los ríos en América Latina
Como bien se sabe, aproximadamente tres cuartos de la contaminación marina global provienen de las actividades humanas que ocurren en la superficie terrestre. Un 90% de los contaminantes vertidos llegan al mar a través de los ríos. Es importante recordar que entre el 70% y el 80% de la población mundial reside en zonas costeras, donde se encuentran la mayoría de las grandes áreas urbanas, y gran parte de los desechos generados en estas áreas terminan en el océano.
La modificación de los ríos, ya sea mediante cambios en su cauce (como entubamientos o construcción de represas) o por la introducción de metales pesados, pesticidas y otros contaminantes en sus aguas, así como el aumento de nutrientes, ha tenido un impacto significativo en los ecosistemas fluviales y los ha llevado a un punto crítico en todo el planeta.
Alarmante falta de interés por los gobiernos
En América Latina, es evidente que la mayoría de los gobiernos –con pocas excepciones– han mostrado una alarmante falta de interés en abordar los crecientes problemas que afectan a sus abundantes recursos hídricos.
Las disparidades entre los distintos países de la región son notables: mientras Uruguay y Chile han implementado leyes avanzadas en relación con el medio ambiente (aunque en el caso de Chile persisten problemas ambientales en la gestión de sus fuentes hídricas debido a la falta de regulación sobre las actividades corporativas), países como Guatemala carecen de una Ley General de Aguas. Por su parte, las grandes naciones como México, Argentina y Brasil enfrentan serias contradicciones entre la promoción de la productividad y la preservación ambiental, a menudo tolerando el uso y la contaminación de los recursos hídricos por parte de empresas.
A pesar de las advertencias evidentes que surgieron de la pandemia de COVID-19, la región ha desperdiciado las oportunidades para invertir en la mejora de sistemas de monitoreo de aguas residuales, ignorando las recomendaciones de expertos que instaban a mejorar los sistemas de detección, diagnóstico, control y monitoreo de las fuentes hídricas en América Latina y el Caribe.
Portadores de contaminación
El problema de la contaminación de los ríos es un fenómeno global que ha aumentado descontroladamente en las últimas tres décadas. Esto es evidente en la mayoría de los ríos de África, Asia y América Latina, así como en algunos de los principales ríos de países desarrollados como el Danubio, el Manzanares o el Támesis en Europa, y el Ohio, Tennesse, Nuevo o Harpeth en Estados Unidos.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha señalado en sus investigaciones que la contaminación de los ríos amenaza no solo la producción de alimentos y las economías nacionales, sino que también pone en riesgo a unos 323 millones de personas en estos tres continentes, quienes podrían enfermarse por patógenos presentes en el agua y contraer enfermedades graves como el cólera.
América Latina, con su riqueza en caudalosos ríos como el Amazonas, el Paraná, el San Francisco, el Paraguay, el Orinoco, el Uruguay, el Magdalena y el de la Plata, enfrenta lamentablemente un deterioro significativo en algunas de sus principales cuencas.
En Argentina, por ejemplo, el río Matanza-Riachuelo es uno de los más contaminados de América Latina y se encuentra entre los diez más contaminados del mundo. A lo largo de sus 40 kilómetros de recorrido, atraviesa 14 municipios de la provincia de Buenos Aires y bordea la capital del país. Recibe casi 200,000 litros cúbicos de aguas fecales al día y contiene niveles elevados de mercurio, zinc, plomo y cromo, superando hasta 50 veces los niveles máximos permitidos para la salud humana.
En Brasil, la situación es similar. El río Tieté en São Paulo, la ciudad más poblada de América Latina, es uno de los más contaminados del país. Se ha convertido en una especie de vertedero flotante debido a las descargas de aguas residuales de ciudades a lo largo de su curso. También en Brasil, la ONG Mata Atlántica reveló que alrededor del 20% de los ríos analizados en los estados por donde se distribuye el bioma conocido como Mata Atlántica tienen aguas calificadas como “malas o pésimas” debido a la contaminación y a la condición ambiental precaria de sus cuencas.
En México, el 60% de los principales ríos del país se considera “fuertemente contaminado”. Ríos como el Santiago en Jalisco y el Grijalva en Chiapas muestran altos niveles de contaminación debido a las descargas industriales y la falta de controles gubernamentales efectivos.
En Perú, más de 100 cuencas hidrográficas están contaminadas debido a las aguas residuales y los desechos sólidos de poblaciones cercanas a los ríos, así como a la contaminación constante de la actividad minera. Ríos emblemáticos como el Apurímac, Pasco, Lima, Ancash, Piura, Loreto, Madre de Dios y Arequipa muestran presencia de metales pesados provenientes de la intensa actividad minera, lo que también afecta a lagos importantes como el Titicaca y el Chinchayccha.
Conclusiones
La contaminación de los ríos en América Latina afecta a todos por igual. En casi todos los países de la región se sigue tolerando una creciente intoxicación de las fuentes hídricas por privilegiar una falsa política de producción, que bajo el pretexto de querer proteger los empleos, parece no reaccionar ante las consecuencias que estas malas prácticas pueden provocar en el bienestar de las futuras generaciones.