Inés Camilloni: “Uno no puede quedarse pasivo mientras el clima grita”


En su despacho de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, los mapas climáticos cubren las paredes. Hay gráficos que suben, curvas que se adelgazan, alertas que ya no advierten: señalan lo que está ocurriendo.
Allí trabaja Inés Ángela Camilloni, climatóloga, autora del reporte del IPCC sobre 1,5 °C, profesora e investigadora del CONICET.
“En la Argentina, el clima ya no es un tema del futuro: nos está exigiendo respuestas hoy”, dice en diversas entrevistas. Sostiene que si bien muchas conversaciones siguen pensando en el mañana, “el cambio climático ya dejó de ser una discusión abstracta para convertirse en crisis presente”.
Parte de su tiempo lo dedica a explicar cómo extreme events, esos que antes eran ocasionales, ahora ya están en casi todas nuestras agendas: olas de calor, lluvias extremas, sequías inéditas. Pero no lo dice de memoria. Ella participó en el informe del IPCC que dio la voz de alarma global sobre ese aumento de 1,5 °C, y sabe que cada décima cuenta.
“No alcanza con hacer un paper; hay que traducirlo en algo que la gente entienda”, comentó.
Otro día, en una reunión con autoridades, planteó una idea sencilla: “No sirve de nada una política climática que se discuta en oficinas y no llegue a la plaza”. Esa frase resonó: las decisiones climáticas tienen que estar tan cerca del ciudadano como del científico.
Su compromiso con el cambio climático abarca también un enfoque de equidad. Argentina es diversa, como lo son sus climas: “Patagonia, norte, zonas rurales… cada región sufre distinta —dice—. Necesitamos soluciones adaptadas, no un paquete único.” Y lo hace casi como si contara un cuento sobre su país.
En charlas públicas, hay cosas que suele repetir como mantra: “Una política sin justicia climática es un espejismo”. El mensaje atraviesa toda su narrativa: el clima sin justicia duele más a los que menos tienen. Lo dice mientras señala una diapositiva donde los sectores más pobres se exponen primero a inundaciones o calor extremo en la ciudad.
Hace poco, en un seminario para estudiantes, les pidió que tomaran conciencia de un hecho: “Si seguimos ignorando los límites físicos del sistema climático, tarde o temprano chocamos contra ellos”. Cierra la frase con un suspiro arreglado, casi resignado: “Y eso no es poético ni dramático. Es ciencia, punto.”
“Hay un punto en que ya no alcanza con concientizar. Hay que actuar —dice—. Hay que mover desde lo personal y lo colectivo.”, concluyó.