Entre la selva y la ley: la vida de un guardaparque en Misiones


En plena selva misionera, el canto de un pájaro rompe el silencio y luego se mezcla con el ruido lejano de un arroyo. Allí, en un sendero estrecho del Parque Provincial Urugua-í, un grupo de uniformados avanza despacio. Al frente va Juan Carlos Villalba, guardaparque desde hace más de 20 años, con la mirada fija en los rastros del suelo. “Uno aprende a leer la selva —dice—. Acá no hay carteles, son las huellas las que te cuentan la historia”.
Su trabajo combina conservación y patrullaje. No es raro que en una misma jornada deba acompañar a una escuela rural para una actividad de educación ambiental y, horas después, internarse en un operativo contra la caza furtiva. “La selva es hermosa, pero también es vulnerable. Y si uno no está, siempre hay alguien que quiere aprovecharse de eso”, explica.
En una entrevista reciente con Radio Nacional, Villalba contó que llegó al cuerpo de guardaparques casi por accidente. “Era guía de turismo, y un día me invitaron a un curso. Me enganché, me formé, y nunca más me fui”, recuerda. Con el tiempo, entendió que su rol iba mucho más allá de cuidar árboles o animales. “Acá cuidamos un sistema entero. Si se rompe una parte, se afecta todo”.
El último mes participó de un operativo junto a colegas y efectivos de seguridad en el que recorrieron durante tres días zonas de alto riesgo dentro del parque. Encontraron campamentos clandestinos, armas y restos de animales cazados. “No es fácil —admite—. A veces te cruzás con gente armada. Pero nuestro trabajo es evitar que la selva pierda lo que no se puede recuperar”.
En su mochila siempre lleva agua, una linterna, un botiquín y un cuaderno para registrar observaciones. “Anotamos todo: desde un árbol caído hasta un jaguar que avistamos. Son datos que después sirven para hacer informes y entender cómo está cambiando el ambiente”.
Villalba destaca la importancia de trabajar con las comunidades vecinas. “Si la gente de la zona entiende por qué vale la pena cuidar, ellos mismos te avisan cuando pasa algo raro. El vínculo con la comunidad es tan importante como el patrullaje”.
No todo es riesgo. También están los momentos que lo reconcilian con el esfuerzo: la primera vez que un grupo escolar ve un tucán, o cuando encuentra un nido de harpía intacto. “Esos días me voy a dormir pensando: valió la pena”.
En la entrevista radial dejó una frase que parece resumen de su vida: “Un guardaparque es el puente entre la naturaleza y la ley. Y si ese puente se corta, perdemos todos”.
Al final del día, cuando guarda el uniforme y se sienta a tomar mate frente a la selva, Villalba no se siente héroe ni aventurero. “Soy un vecino más, pero mi barrio es un poco más grande… y un poco más verde”, dice, con una sonrisa.