Se cumplen 50 años de activismo ecológico


Se podría decir que el activismo ecológico cumple cincuenta años de vida. Todo comenzó cuando en 1975, dos activistas de Greenpeace se interpusieron con su pequeña balsa entre un barco ballenero soviético y su víctima: una ballena azul. Gracias a las imágenes que estos samaritanos consiguieron captar, el mundo conoció las atrocidades que cometían algunas empresas pesqueras.
Ese momento no solo sirvió para visibilizar la brutalidad de la caza comercial, sino que también marcó el nacimiento del activismo ecológico moderno. Las personas preocupadas por el medioambiente comprendieron que se podían lograr grandes cosas sin utilizar la violencia, a través de la publicación de imágenes impactantes que captaran la atención del público.
Desde ese episodio, la defensa de las ballenas se convirtió en un símbolo de la lucha por la vida en todo el planeta. Además, fue una forma de exigir a los líderes políticos que se hicieran cargo de proteger el futuro de las próximas generaciones. Desde entonces, Greenpeace ha impulsado campañas ambientalistas en diferentes puntos del globo.
Y en 1986, estas campañas lograron que la Comisión Ballenera Internacional decretara una moratoria sobre la caza comercial. Pero ese no fue el final de los logros de la organización. En los años siguientes, se crearon santuarios balleneros en los océanos Índico y Austral. Pero a pesar de estos avances, las ballenas continúan estando bajo amenaza. Ahora, por actividades humanas como la minería submarina y la contaminación.
Los nuevos peligros contra los que lucha el activismo ecológico
En las últimas décadas la caza de ballenas disminuyó bastante. Sin embargo no ha desaparecido del todo. Algunos países siguen sosteniéndola bajo la excusa de “investigaciones científicas” o por tradición. Naciones como Japón, Islandia y Noruega nunca suspendieron sus actividades, ignorando por completo las evidencias científicas que demuestran el impacto de estas prácticas en los ecosistemas.

Según la organización Whale and Dolphin Conservation, ¡cada año se matan más de mil ballenas! Pero los arpones ya no son el mayor peligro que estos cetáceos enfrentan. El tráfico marítimo, las exploraciones offshore para extraer petróleo y gas, la pesca accidental con redes de arrastre, la contaminación plástica y el cambio climático afectan los hábitats marinos y la capacidad de las ballenas para comunicarse, orientarse y sobrevivir.
Los impactos del cambio climático en la vida marina
A medida que el agua de los océanos se calienta como resultado del calentamiento global, se modifican las rutas migratorias de los animales marinos. Esto sucede porque cuando el agua se vuelve más cálida, se reduce la disponibilidad de alimento para que las ballenas alimenten a sus crías. Además, el deshielo de los polos y la acidificación del mar amenazan hábitats esenciales para miles de especies.
De acuerdo con un estudio de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), al menos seis especies de ballenas se encuentran actualmente en peligro de extinción. Pero el problema no se limita a los grandes cetáceos: los arrecifes de coral (donde habita el 25 % de toda la biodiversidad marina) se están blanqueando cada vez más rápido debido al aumento de la temperatura del agua.
El modelo de producción y consumo que rige en el planeta prioriza el beneficio económico por sobre la vida de los animales, plantas, y de los propios seres humanos. Porque, a medida que la vida marina se ve afectada, también se alteran los ciclos naturales que regulan el clima y la disponibilidad de oxígeno en la Tierra.
El santuario colombiano de ballenas

En Colombia, Bahía Málaga, ubicada dentro del Parque Nacional Natural Uramba, es uno de los principales destinos de las ballenas jorobadas. Cada año, entre julio y noviembre, cientos de estos animales recorren miles de kilómetros desde la Antártida para parir y cuidar a sus crías en estas aguas cálidas del océano Pacífico.
Pero a pesar de que estos santuarios buscan proteger a los cetáceos, los proyectos de minería submarina y las plataformas petroleras continúan sucediendo, sin prestar atención a las advertencias de los científicos o de las organizaciones ambientalistas. Pero es fundamental que la población comprenda que proteger a estos animales no es solo una cuestión de biodiversidad, sino que, sin ellas, la crisis climática haría insostenible la vida en el planeta.
Esto se debe a que las ballenas cumplen un rol vital en el ciclo del carbono, almacenando enorme cantidades de este gas en sus cuerpos y transportándolo al lecho marino cuando mueren. Por este motivo, conservarlas es una inversión en la salud de todo el planeta.