¿Cuáles son los animales de Colombia en peligro de extinción?


En peligro de extinción: así se encuentran más de 1700 especies en Colombia, según estudios recientes llevados a cabo por los expertos María Holguín y Néstor Lizarazo. Esta cifra no hace más que reafirmar lo que desde hace rato vienen diciendo miembros de organizaciones ecologistas como Greenpeace Colombia: que los ecosistemas del país se encuentran en riesgo.
Si se tiene en cuenta que el territorio colombiano alberga al 10% de las especies de flora y fauna del planeta, queda claro que su desaparición no solo es una enorme pérdida biológica, sino que además podría poner en peligro el equilibrio ambiental global.
Las principales causas de esta situación son la deforestación, propiciadas por actividades humanas como la expansión de la frontera agrícola y la minería ilegal, el cambio climático, y el tráfico ilegal de especies exóticas. Además, la construcción de infraestructura que fragmenta los hábitats naturales obliga a muchas especies a desplazarse, dificultando su supervivencia.
¿Cuáles son las especies en peligro de extinción?
Entre las especies más amenazadas se encuentra el oso de anteojos (Tremarctos ornatus), el único oso de Sudamérica. Se trata de un mamífero clave para la regeneración de los bosques por su rol como esparcidor de semillas. Pero en la actualidad, se estima que ¡solo quedan aproximadamente 8 mil ejemplares! Su población es víctima de la fragmentación de su hábitat y la caza furtiva.
El cóndor andino (Vultur gryphus), por su parte, es un símbolo nacional y el ave voladora más grande de América. Además, es fundamental para el ecosistema, ya que al alimentarse de carroña mantiene a raya a las enfermedades. Pero hoy en día solo ¡quedan menos de 150 individuos! en Colombia. Su declive está relacionado principalmente con el envenenamiento y la caza ilegal.
Otros casos preocupantes incluyen al tití cabeciblanco (Saguinus oedipus), cuya población ha disminuido en un 80% como consecuencia del tráfico ilegal, y a la danta de montaña (Tapirus pinchaque), de la cual quedan menos de 2500 ejemplares.

El caso emblemático del jaguar
El jaguar (Panthera onca) es conocido por ser el felino más grande de América. Pero en las últimas décadas ha perdido el 50% de su hábitat dentro del territorio colombiano. La minería ilegal, la expansión ganadera y la destrucción de sus corredores naturales han hecho que los menos de 4800 ejemplares que aún sobreviven sigan en peligro inminente.
Tratándose de un depredador tope, es decir, una especie que se encuentra en la cima de la cadena alimentaria y que no tiene depredadores naturales, es fundamental para regular las poblaciones de otras especies y mantener el equilibrio ecológico. Su presencia evita la sobrepoblación de herbívoros y otros depredadores más pequeños, lo que ayuda a conservar la biodiversidad que tanto identifica a Colombia, así como la salud de sus ecosistemas.
¿Y qué pasa en los ecosistemas marinos?
El problema no es solo en tierra firme. En los ecosistemas marinos, la tortuga carey (Eretmochelys imbricata) también está al borde de la extinción. Ha sido catalogada como “En Peligro Crítico” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), lo que significa que enfrenta un riesgo extremadamente alto en estado silvestre.
Su principal amenaza es el ser humano, ya que es cazada por muchos “artistas”, que utilizan sus caparazones para realizar artesanías a pesar de las prohibiciones internacionales. Además, las playas donde ponen sus huevos padecen los efectos de la contaminación y el turismo descontrolado.
Este animal marino tiene un papel fundamental en el mantenimiento de los arrecifes coralinos, ya que ayuda a controlar las poblaciones de esponjas (su principal fuente de alimento) y favorece la salud de estos ecosistemas.
¿Qué se puede hacer para proteger a estas especies?
Diversas organizaciones ambientalistas vienen trabajando desde hace tiempo para proteger a estas especies. Por ejemplo a través de proyectos como Corredores Conservacionistas y Tapir Andino, que trabajan para conectar hábitats fragmentados y monitorear a las poblaciones amenazadas.

El rol del estado también es fundamental: la creación de áreas protegidas y los programas de reintroducción de especies son pasos importantísimos para combatir este flagelo. Pero nada de esto será suficiente sin la colaboración de los ciudadanos colombianos. Es imprescindible que las personas tomen conciencia sobre el riesgo que corren estas especies y colaboren para resguardarlos. Ya sea evitando el consumo de productos derivados o denunciando el tráfico ilegal.