Colombia: el décimo país con mayor deforestación del mundo
Desde hace varios años, Colombia enfrenta una grave crisis de deforestación. De acuerdo con datos provistos por el World Resources Institute, una organización sin fines de lucro que trabaja para garantizar el uso sostenible de los recursos naturales del planeta, durante 2023, Colombia fue el décimo país con mayor nivel mundial de bosques deforestados, con un total de ¡70 mil hectáreas perdidas!
Según los expertos, el problema se agravó tras el acuerdo de paz que el gobierno colombiano firmó en 2016 con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Y es que, aunque este pacto fue un paso positivo hacia la estabilización del país, dejó enormes áreas de bosques a los que no se tenía acceso, expuestos a nuevas formas de explotación.
Desde ese entonces, diversos grupos armados ilegales y agricultores han aprovechado la ausencia de control estatal para invadir áreas protegidas y desarrollar actividades económicas que destruyen el medioambiente, como la tala ilegal o la expansión de la frontera agrícola para el cultivo de coca.
Deforestación y desmonte: cambiando árboles por productos
La crisis ecológica que atraviesan los bosques colombianos se debe en gran parte al desmonte propiciado por el aumento de la demanda global de productos como la carne, la palma de aceite y el cacao. Según datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, más del 60% de la deforestación registrada en 2023 se debió a actividades agrícolas ilegales.
Una de las zonas más afectadas por la deforestación es la región del Caquetá, donde en los últimos 10 años hubo un aumento del 30% de las áreas dedicadas a la ganadería extensiva. Esta tendencia no solo provocó la pérdida de miles de hectáreas de bosque nativo, sino también un aumento en los conflictos territoriales con las comunidades indígenas que dependen de ellos para sobrevivir.
Incendios forestales que empeoran la situación
En zonas como la Amazonía colombiana y la región de la Orinoquía, la expansión de la frontera agropecuaria y el calentamiento global han conspirado para provocar un aumento de la frecuencia e intensidad de los incendios forestales. Cada vez que suceden, estos siniestros destruyen enormes extensiones de bosque tropical y ponen en peligro a cientos de especies nativas.
De acuerdo con datos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), entre 2019 y 2022 se reportaron más de 7 mil focos de incendios forestales en todo el país, principalmente en los departamentos de Meta, Guaviare y Caquetá. Por si el daño a la biodiversidad colombiana no fuera suficiente, estos incendios también liberan grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, agravando el cambio climático que padece la Tierra.
¿Cómo puede el gobierno combatir la pérdida de bosques?
A lo largo de los años, el gobierno colombiano ha intentado implementar diversas políticas para frenar la deforestación, pero ninguna de ellas ha sido completamente exitosa. El principal problema radica en que las sanciones por tala ilegal en las áreas protegidas y los parques nacionales no son lo suficientemente duras como para disuadir a los infractores.
Y si bien las negociaciones con los grupos armados podrían mejorar la situación, no serán suficientes sin el apropiado control y monitoreo de las zonas conflictivas. Es por eso que organizaciones ambientalistas como Greenpeace Colombia continúan abogando para que las autoridades internacionales contribuyan a frenar la pérdida de bosques, no solo en Colombia, sino en toda la selva amazónica.
El ejemplo de Brasil y el futuro de Colombia
Brasil ha demostrado que, cuando existe una voluntad política real, el cambio es posible. Desde la llegada de Luiz Inácio Lula da Silva al poder, ¡el país redujo la deforestación en un 36%! Esta cifra representa un hito significativo tras un sombrío período de deforestación extrema bajo el gobierno de Jair Bolsonaro.
Colombia puede (y debe) aprender de este modelo: implementando políticas más estrictas de control y sanción a los infractores, promoviendo la restauración en las áreas afectadas y trabajando con las comunidades locales para detener la pérdida de sus bosques. De este modo no solo conseguirá poner un freno a la deforestación, sino también recuperar ecosistemas vitales para el futuro de toda su población y del mundo.