Julián Monkes y su pedido contra la megaminería en Argentina


Era septiembre de 2015 cuando un derrame de cianuro en la mina Veladero, liderada por Barrick Gold, contaminó ríos en San Juan. La noticia llegó y escaló rápidamente a toda Argentina.
Precisamente en Jáchal, un pueblo agrícola que vive del agua de esas cuencas, el impacto fue más que deplorable. Entre las voces que empezaron a organizarse estuvo la de Julián Monkes, docente y militante ambiental, que con el tiempo se convirtió en una de las caras visibles de la resistencia bajo el lema: “Jáchal no se toca”.
El agua es un recurso más que importante
En cada entrevista, Monkes repite lo que para él es la base de su lucha:
“El agua es un recurso clave. En una provincia árida como San Juan, perder una fuente de agua es perder el futuro mismo”.
Desde entonces, la Asamblea Jáchal No se Toca mantiene guardias permanentes en la plaza departamental y sostiene acciones legales contra la actividad minera contaminante.
“La mega minería no trae progreso, nos deja veneno”
Monkes suele cuestionar a los grupos que defienden la minería como motor de desarrollo.En una entrevista con Página/12 señaló:
“Nos queremos hacer creer que la megaminería trae progreso, pero lo que vemos es que nos deja veneno. La riqueza se va, y aquí nos queda la contaminación y la incertidumbre”.
Su crítica no es abstracta: recuerda que en 2015, y en derrames posteriores, la población se enteró más por rumores que por comunicación oficial.
“El pueblo decidió defenderse solo”
La falta de respuestas inmediatas reforzó la organización comunitaria.Los monjes lo describen así: “El pueblo decidió defenderse solo.Si no hubiésemos salido a la calle, el derrame hubiera quedado como una anécdota más”.
De esa experiencia nació una red de vecinos que, con el tiempo, se conectó con asambleas de otras provincias. El intercambio consolidó la identidad de un movimiento ambiental que pone en el centro la defensa de los bienes comunes.
“No somos antiprogreso, queremos un modelo distinto”
Consciente de las etiquetas que suelen recibir los activistas, Monkes aclara:
“No somos anti-progreso, queremos un modelo distinto.Queremos que la economía local se base en la agricultura, en la producción que cuida el agua, no en un saqueo que dure unos años y después nos deja tierra arrasada”.
Ese enfoque lo conecta con la tradición del ambientalismo argentino que cuestiona los extractivismos y busca alternativas de desarrollo sustentable.
Una lucha que trasciende generaciones
En charlas con estudiantes y en foros ambientales, Monkes suele remarcar el rol de los jóvenes:
“La juventud es clave en esta pelea porque somos quienes vamos a sufrir las consecuencias más duras del cambio climático y del extractivismo. Tenemos que ser parte de las decisiones, no simples espectadores”.
En ese sentido, su militancia se cruza con la de colectivos juveniles que en los últimos años llevaron el tema ambiental a la agenda política nacional, desde Fridays for Future.Hasta jóvenes por el clima.